Las primeras luces empezaron a brotar, gélidas y sin fuerza, acariciando con suavidad la superficie de la tierra. En las plantas, dejaba reposar el suave tacto del rocío, y en el suelo, una fina capa húmeda. ¿Podía acaso, la luz, llorar?
El serbio se agitó entre sus sábanas, atormentado, como cada vez que cerraba los ojos, por los fantasmas del pasado.
Abrió repentinamente sus ojos verdes, escudriñando la oscuridad, igual que hubiera despertado de un delirio.
Respiró el aire adormecido de su habitación, iluminado tan solo por la luz filtrada entre las cortinas azuladas.
Se incorporó, echándose a un lado parte de los largos mechones que habían caído sobre su rostro, escondiendo para sus entrañas un bostezo. A sus pies, sobre las sábanas, se encontraba su violin.
Lo guardó en su maletín y, vistiendose con un abrigo, una larga bufanda anaranjada, y recogiéndose el cabello en una coleta alta, salió con este a dar un paseo, concretamente a los bosques.
Era un dia extrañamente frío, y en entre las arboledas se sentía todavía más, pero era ese tipo de tiempo el que al serbio le gustaba.
Como siempre, los viejos recuerdos atormentaron sus horas de sueño: Recordaba los rostros de aquellos que habían venido, habían marchado, en nombre de la patria o aquellos que habían caído por tener la idea más soberanamente estúpida de enfrentarse contra él. Llantos de enemigos, pero también sus propios llantos.
Pero no dejaría que se dañase, claro que no. La cura a todos sus males era ver que al menos nadie se atrevería a darle la contraria.
Y si cuando el insomnio le atacaba, le tranquilizaba tocar su preciado violín, aquél objeto que desde pequeño le había acompañado.
Se sentó sobre una roca y lo sacó de su maletín. En semejante paraje, no le molestaría ningún vecino quejándose de la música a aquellas horas de la mañana.
-... Devil's trill... -Susurró con suavidad, acordándose del nombre de la melodía, empezando a tocar sus tortuosas notas.